- Viena. Austria
- 1400 m2
- 2020
Viena es una ciudad cargada de historia, la propuesta se afronta con máximo respeto por su tradición y por el lugar escogido para plantear la nueva escuela de arte.
La oportunidad de proyectar en una plaza como Am Hof, algo tan singular como una escuela de arte es un reto. Dónde lugar, tradición y ambiente necesitan mantener su propio equilibrio.
Los factores emocionales son fundamentales en la valoración de un edificio por parte de los usuarios. Y esta valoración influye en la tradición.
La arquitectura tiene la capacidad de mejorar sustancialmente la identidad y el nivel de significado de un emplazamiento. Esta es la contribución que hace un edificio a la calidad de un lugar.
Con la escuela de arte y su volumetría se contribuye al desarrollo posterior de la plaza Am Hof, dando un nuevo aspecto. Cada lugar tiene su propia identidad.
Quizás se considere un ejemplo claro de atrevimiento, en un área de carácter comercial y cultural caracterizada por grandes edificios macizos y contundentes surge de pronto un prisma irregular, de aspecto pétreo pero a la vez con un gesto de ligereza en cristal que hace casi flotar una parte del edificio.
Podría parecer casi como una contraposición, pero yo diría que es un complemento. Un contraste, sin duda, pero que añade valor, hace que los edificios que lo rodean tengan un contexto diferente, que se perciban de forma diferente también.
A través de la materialidad y la volumetría se consigue que el edificio dé respuesta de forma diferente a cada alzado de las calles. Con aperturas donde es oportuno y siendo opaco en otros casos para construir fachada. Con la geometría se dá forma el espacio público, en el que el interior pasa a ser una prolongación de la misma plaza con un entorno cálido para temperaturas bajas o un entorno iluminado y confortable para otras ocasiones.
La ciudad se vuelve participe del edificio y se invita a recorrerlo a través del contacto con su cota cero. La clave está en la relación de material y volumetría y al mismo tiempo el papel que desempeña con su entorno inmediato.

Construir un volumen en una plaza diáfana no pasa desapercibido, pero es una gran oportunidad el poner cara a un lugar de Viena, cada fachada se puede pensar como diferente, cada experiencia al entrar al edificio es cambiante.
Acceder desde la fachada Sur a la escuela es entrar en un vestíbulo cálido en el que al igual que su fachada la materialidad del interior es relevante. La madera proporciona al visitante un aspecto cálido y acogedor, al mismo tiempo que tamiza la luz que se filtra desde el vidrio. La primera impresión que se tiene es un interior rodeado de tamices de luz a modo de lamas de madera que filtran los rayos de luz y la privacidad en las zonas comunes que conectan loa espacios.
La experiencia de ascender es provocada por una escalera circular que va girando conforme a las lamas de madera y se entremezclan entre materialidades de piedra, madera y vidrio.
Las salas están condicionadas por entornos de luminosidad o características propias del desarrollo de actividad interna en ellas, dando orientaciones más favorables o propicias para diferentes actos, como si de una escena se tratase el gran edifico.
Otro aspecto a tener en cuenta es el energético, las fachadas más construidas son gruesas para dotar de inercia térmica al edificio y competir con dos frentes abiertos. La captada por la radiación del vidrio o la inercia térmica de la fachada de aplacado de piedra. Que al mismo tiempo funciona como colchón de aislante térmico.
Además de sus propiedades térmicas, el acabado continuo hace que el edificio se conciba como una gran piedra. Más allá de los factores energéticos, el proyecto asegura su sostenibilidad a través de estrategias funcionales y estéticas. Para que los espacios no se queden obsoletos cuando se agote el uso, el edificio se concibe como un gran marco que puede dar cabida a diferentes funciones realizando pequeños ajustes. los espacios están concebidos para su uso múltiple.
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